Lema de Mons. Raúl Biord Castillo

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Como lema episcopal, Mons. Raúl Biord Castillo ha elegido la expresión “Testigo de su resurrección” (Hch 1,22) . Se trata del criterio principal para ser agregado al colegio de los Doce, elegidos como apóstoles y enviados como discípulos-misioneros para anunciar el Evangelio. Es la característica de todo bautizado: mensajeros de la resurrección, anunciadores de la vida, profetas de esperanza. La fe en la resurrección de Jesús funda y renueva constantemente el testimonio cristiano. El contenido del kerygma, del anuncio, es Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros. Aquí radica la esencia del mensaje del Evangelio (1Cor 15,3-5). La resurrección de Jesús realizada por el Padre en el Espíritu es el misterio fundamental del cristianismo, el cumplimiento sobreabundante de todas las profecías de salvación, la plenitud definitiva del amor de Dios que se autocomunica y revela a los hombres. Jesús resucitado comunica el Espíritu Santo a sus discípulos y los envía como misioneros del amor y de la esperanza (cf. Jn 20,21-23; Mt 28,19-20). El misterio pascual nos permite contemplar con la misma mirada a Cristo y a la Iglesia, al Resucitado y a los resucitados, a la Primicia y al campo de Dios, a la Piedra angular y a las piedras vivas (cf. 1P 2, 4-8). Todo cristiano, en virtud de su bautismo, está llamado a ser “testigo de la resurrección” (LG 38), esto es discípulo y misionero de la vida, testigos elegidos y responsables de una revelación que anuncia la salvación a todos los hombres. “Testigos de Jesús resucitado”: quiere decir que el testigo es “de” Jesús resucitado, o sea, que pertenece a Él, y en cuanto tal puede dar un testimonio eficaz de Él, puede hablar de Él, darlo a conocer, transmitir su presencia: llevarlo a Él. Ser ante el mundo testigos de la resurrección y de la vida del Señor Jesús; signos del amor de Dios vivo; fuerza del Espíritu que infunde vida y paz. Nosotros somos hoy los herederos de los testigos victoriosos, santos y mártires, que han transmitido la certeza de la fe en la resurrección: sólo Cristo puede colmar plenamente las expectativas profundas de todo corazón humano y responder a los interrogantes sobre el dolor, la injusticia, el mal, la muerte y el más allá. Como “testigos” debemos estar siempre dispuestos a asumir el compromiso de dar a todos razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1P 3,15). Somos testigos de la resurrección para anunciar con vigor y alegría el acontecimiento de la muerte y la resurrección de Cristo: centro del cristianismo; fundamento de nuestra fe; palanca poderosa de nuestras certezas; viento impetuoso que barre todo miedo, duda e indecisión; grito de alegría y compromiso por la vida y la justicia. Testigos de su resurrección significa ser misioneros del amor, del perdón y del servicio.